En esta breve acción vuelco al territorio liminal en que se ha convertido la puerta en este episodio de pandemia, mi anhelo de poner este “aquí” que es mi cuerpo, en un “ahí”, en otro “ahí” que es el afuera, el espacio externo. Haciendo de una sección de mi cuerpo, de la mano específicamente, una medida doméstica, trazo con ella el contorno del elemento que físicamente me separa del afuera, del otro “ahí”. Aquí, en este ejercicio, el cuerpo es la constatación de una medida de protección ante el riesgo implícito, real, del contagio y es, a la vez, el fenómeno a proteger. Estar dentro me significa ya, tras meses de confinamiento voluntario, estar “bastante lejos”.