Serie: Recovecos

- RECOVECOS…  sólo serán RECOVECOS

 

… la sentencia había sido pronunciada.

 

La Tierra, que hasta entonces no conocía de erosiones, se supo polvo y el Mar asistió desordenado al fluir de sus olas; dispersando las palabras dichas entre Mar y Tierra, el Viento se hacía presente y con él, los idilios descubrían de su paisaje el Caos, de su pureza la Incertidumbre, de su serenidad el Ansia y nosotros  -la especie humana-  el Origen.

 

El escenario estaba dado: entre contorsiones y desesperanza fuimos expulsados de la zona más íntima y profunda de la Tierra, allí donde el Mar la rozó, la palpó en interrumpido continuo. Cuentan que aquel acto, tan parecido al naufragio, era ciertamente furioso. Cuentan que de aquel entonces descendemos, con la sentencia en el costado, con el arraigo que dan las lágrimas de la Marea y la aridez del Polvo. Desde entonces caminamos como el Aire, etéreos, inasibles, hacia cualquier dirección según indique el deseo -el capricho en su versión infantil, la más primitiva-, de sur a norte y hacia el desconocido centro, como buscando un prometido equilibrio: la añorada turbiedad del Origen.

 

Somos espuma, comunión entre Tierra y Mar, perpetuamente confundida por los vientos. Somos el proyecto inconcluso, anatomía que invoca un nombre de contenido incierto, habitantes del disimulo… presencia hecha RECOVECOS.

Mónica Ornelas

marzo - abril, 1997 / México D. F.

 

 

BITÁCORA

 

Ensayo fotográfico que me valiera la beca Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) durante el período 1996 – 1997. El propósito de este trabajo era, mediante una deliberada puesta en escena, hacer uso de la máscara por la variedad de conceptos que ella evoca. Recovecos ―declaré en aquel entonces― es un “proyecto en el que me dediqué a hacer una exploración de la máscara [...] para aclararme varias dudas respecto a lo humano”. Aún cuando:

 

La máscara, después de cuatro años de estar yo involucrada en el proyecto, terminó siendo un pretexto para hacer fotografía, la intención original era otorgarle esa idea de rincón, de ahí también el título del proyecto [...], este rincón escondido tan humano, tan propio de los humanos, en el cual habitamos; los rincones que habitamos y nos habitan, y la manera en que nos involucramos con el otro, sin terminar de ser ni honestos, ni directos, ni claros, ni transparentes.1

 

Las sesiones de trabajo, que fueron verdaderos montajes escénicos, me invitaron a concebir la gestación de la imagen latente como un ritual. Entre las notas de la bitácora que elaboré en aquel tiempo asomó el hallazgo, la impresión del acto fotográfico como un ritual: “la verdadera importancia no está, pues, en la situación representada por los ‘personajes’ en escena sino en la situación de carácter plástico y entendimiento del fenómeno y acto fotográficos”. Y más adelante: “la fotografía, el acto fotográfico, la planeación del rito no mitológico […] sino fotográfico”. La importancia del proceso, de la experiencia viva, había desplazado al producto fotográfico como tal. Estaba inmersa en lo que ―ahora sé― es denominado obra procesual. Nuevamente un gesto intuitivo había servido de consejero. La sorpresa continuó desplegándose cuando algunos espectadores de la serie detectaron, sin anticipación de mi parte, tal evento:

 

“… Son como pequeños hapennings [...] tus fotos tienen una historia dramática”.2

“… Algo trágico está a punto de suceder, es como la escena previa a un ritual que está a punto de celebrarse”.3

“… Es una estética cinematográfica, pero también como el registro fotográfico de un performance”.4

 

Aquello que me fuera descubierto por la misma práctica explorativa de escenificar las ideas previamente plasmadas en bocetos, esto es, la trascendencia de la experiencia vivida por encima del producto obtenido, la vivencia de la práctica plástica como un ritual, lograba evidenciarse y extenderse en las propias imágenes que me lo habían revelado.

 

1-Entrevista en Radio Educación a propósito de la exposición individual en la Casa de Cultura Jesús Reyes Heroles, México, D. F., mayo de 1999.

2-Reportera de Radio educación durante la entrevista para promover la exposición individual, mayo de 1999.

3-Gilberto Chen, fotógrafo contemporáneo quien generosamente asistió a la inauguración e intercambió conmigo sus impresiones, mayo de 1999.

4-Silvia Gruner conoció buena parte de este proyecto entre junio y agosto de 1997 durante el curso La fotografía como territorio conceptual, impartido por ella misma en el Centro de la Imagen y al cual tuve la fortuna de asistir.

 

 © Mónica Ornelas 2020. | monica.ludica.1@gmail.com | diseño: TRAMEDIA S.A.

Registro público de derechos de autor: 03 2004 1213192300

MÓNICA ORNELAS

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